miércoles, 29 de febrero de 2012

El renacer del cerebro a los 50


La crisis de la mediana edad es un mito: entre los 40 y los 60 las personas se vuelven más felices y eficientes, asegura Barbara Strauch en su nuevo libro.
Por DANIELA MOHOR
Hace un tiempo, Barbara Strauch, editora de las páginas de ciencia y medicina de The New York Times, entró a Internet para comprar en línea un libro para su club de lectura. Pidió El Alquimista, de Paulo Coelho. Una semana después pensó: "Debería comprar el libro para el club de lectura". Fue nuevamente a una librería online y lo compró una vez más.
Días más tarde, mientras trotaba en un parque se dio cuenta de que había pedido el libro equivocado. Regresó a su casa y revisó sus mails; efectivamente lo que tenía que leer era El Archivista, de Martha Cooley.
"Había pedido el libro equivocado, dos veces", escribe esta destacada periodista -que se acerca a los 60 años- en las primeras páginas de su nuevo libro The Secret Life of the Grown up Brain (La vida secreta del cerebro adulto), publicado en febrero en Estados Unidos.
El día de la reunión del club, Strauch compartió lo que le había pasado con un compañero neurólogo. Éste se rió y le confesó que él sin darse cuenta había comprado una copia de El Alienista, de Caleb Carr. Concluye Strauch en The Secret Life... "Aquí tienen: dos cerebros de mediana edad y tres libros equivocados".
La anécdota puede parecer divertida. Pero para Strauch y muchas de las personas de su generación resulta más bien aterradora. Olvidos de nombres, momentos de vacío mental, una mayor tendencia a distraerse y perder el hilo de lo que se estaba haciendo y fallas en la memoria son eventos que empiezan a multiplicarse a partir de los 40, cuando el cerebro ya alcanza la madurez. "Después de escribir mi primer libro me invitaron mucho a dar charlas, se me acercaba gente de mediana edad que estaba preocupada porque repentinamente ya no podían recordar nombres. Todos olvidamos cosas, los adolescentes también, pero tienden a olvidar cosas que no quieren recordar, y cuando uno alcanza la mediana edad, uno olvida cosas que quiere recordar: ¿Cómo se llamaba esa película que me gustó tanto? ¿Ya leí ese libro?", cuenta la autora por teléfono desde su oficina en Nueva York.
Pero algo no le cuadraba. Al mismo tiempo en que veía ese declive, notaba que muchas de las personas de su edad estaban viviendo el mejor momento de su carrera o eran capaces de lidiar exitosamente con múltiples responsabilidades tanto en lo personal como en lo profesional. Tras entrevistar a los mejores investigadores de neurociencia y revisar numerosos estudios encontró una respuesta a ese fenómeno: a diferencia de lo que se pensó durante mucho tiempo, el cerebro de la mediana edad se sigue desarrollando y tiene talentos insospechados.
"En la mediana edad hay un declive real porque perdemos algunos neurotransmisores que nos ayudan a pensar. Pero también tenemos todo un sistema de red construido. La mielina aumenta en la mediana edad ayudando a que las células cerebrales funcionen más rápido. Por lo tanto, si en esta etapa uno está saludable tiene una mente muy potente".
¿Qué pasó ayer? ¿Le ha ocurrido que sube al segundo piso de su casa y una vez ahí no recuerda a qué iba? ¿Ha notado que para recordar las cosas necesita hacer más listas? Ese es el tipo de cosas que tienden a pasar en la mediana edad. La buena noticia, explica Strauch, es que durante mucho tiempo los científicos pensaron que ocurría porque, al envejecer el cerebro después de los cuarenta, perdía el 30 por ciento de sus células. El desarrollo de nuevas tecnologías ha demostrado que sólo se pierden algunas ramificaciones de las células y no más de 2% por década.
La memoria a corto plazo y la memoria episódica (dónde pasé la Navidad el año pasado) también se afectan. El cerebro de quienes tienen 40 tiene una velocidad de procesamiento inferior al de 20 y las conexiones también se debilitan con la edad. De ahí el incómodo problema con los nombres, por ejemplo.
También hay algo de evolutivo en el problema de la distracción. El córtex frontal, explica Strauch, es la parte que se ubica justo detrás de la frente y que nos ayuda a concentrarnos. Es también el área del cerebro que más nos distingue de otros mamíferos. Pero es a la vez la más nueva y, por tanto, la primera en decaer con la edad.
Una nueva inteligencia. El panorama, sin embargo, no es tan negro. Los avances de la ciencia han permitido rescatar el cerebro de la mediana edad. El principal descubrimiento ha sido que entre los 40 y los 60 las habilidades cognitivas siguen creciendo. El cerebro de la mediana edad es "una contradicción", pues mientras algunas partes dejan de funcionar tan bien como antes, otras lo hacen mejor.
"En la mediana edad somos mejores para entender situaciones, podemos juzgar mejor el carácter o si alguien es buena o mala persona. Tomamos mejores decisiones financieras y enfrentamos mejor los grandes problemas. El cerebro es bueno en las funciones más potentes", dice Strauch.
En su libro cita una investigación de la psicóloga Sherry Willis, de la Pennsylvania State University, quien trabaja desde 1956 en el Seattle Longitudinal Study, que ha seguido la evolución cerebral de seis mil personas durante más de 40 años. Los participantes se someten a una serie de tests cada siete años. Estos han demostrado que las personas entre 40 y 60 años tienen mejores resultados en los tests que los que obtenían cuando más jóvenes. En lógica, vocabulario, memoria verbal y habilidades espaciales, funcionan a un nivel más alto de lo que lo hacían a los 25. Strauch quedó asombrada con los resultados.
Otro aspecto que sorprendió a la autora en su investigación es el concepto de la bilateralización. Cuando uno es joven, explica, usa un lado del cerebro para aprender algo y el otro para recordarlo. Pero los científicos se dieron cuenta de que a medida que envejece, la gente empieza a usar ambos lados del cerebro para las dos tareas. Eso permite que éste trabaje de la mejor manera posible en términos cognitivos.
"La etapa de los 40 a los 60 años puede ser muy gratificante, así es que hay que dejar de seguir la cultura que nos envejece, y los mensajes ridículos que nos rodean". En la mediana edad, las personas suelen ser más felices. La sensación de bienestar aumenta y alcanza un pico. La observación concreta del cerebro a través de escáneres demuestra que en esa etapa ese órgano responde menos a los estímulos negativos. "Tiene sentido desde el punto de vista de la evolución, que las personas de más edad sean más entusiastas y optimistas, porque ayuda a todo el grupo a sobrevivir. Probablemente por eso se ha preservado ese hecho".

sábado, 25 de febrero de 2012

Chocolate con Sexo


¿El chocolate sustituye al sexo?...¡mejor el chocolate con sexo!
Un estudio reciente realizado en Reino Unido aseguraba que más de la mitad de las mujeres de ese país, el 52 por ciento, prefería el chocolate al sexo.
Desde su descubrimiento en el Nuevo Mundo americano, todos se han rendido al cacao y a su preparación en forma de chocolate: desde los ejércitos colonizadores hasta las cúpulas eclesiásticas y conventos, pasando por los salones de la alta sociedad. Desde sus inicios, siempre ha estado ligado al placer, pero también al amor, siendo desde un "inocente mensajero" en forma de ricos bombones a un acompañante o incluso, como se dice popularmente, sustitutivo del sexo. ¿Qué esconde esta misteriosa relación del placer y el sexo con el chocolate?
Las referencias históricas son innumerables: las crónicas documentan que el emperador azteca Moctezuma tomaba cacao por sus valores afrodisíacos, e incluso hablan de un grupo de mujeres excomulgadas por su pasión por el chocolate en la primera iglesia de Chiapas. En los siglos posteriores, hasta el marques de Sade, entregado a los placeres de la carne, no podía resistirse tampoco a paladearlo y ya en nuestros días, la actriz de Hollywood Catherine Zeta-Jones aseguraba en una entrevista que lo único mejor que el sexo era el sexo con chocolate.
Un estudio reciente realizado en Reino Unido aseguraba que más de la mitad de las mujeres de ese país, el 52 por ciento, prefería el chocolate al sexo, aunque la tasa era más baja en el caso de los hombres. Y es que es un secreto a voces que las mujeres son especialmente sensibles a este placer, algo que quedó documentado en una investigación que descubrió que el chocolate estimula distintamente determinadas áreas de cerebro según el sexo. La conclusión: son las mujeres las que disfrutan más comiéndolo.
"La explicación del placer y las asociaciones con el sexo que produce el chocolate está en sus componentes", explica Sara Pérez Ramos, terapeuta naturista y fundadora de Los Placeres de Lola, la única tienda erótica en España de corte feminista, que tiene en el chocolate uno de sus mejores aliados.
"El chocolate contiene teobromina, un alcaloide de la misma familia que la cafeína, y que produce un efecto similar; también lleva triptófano, un aminoácido que estimula la generación de serotonina, que es la hormona responsable de la sensación del bienestar", explica Pérez Ramos. Y es ella principalmente la responsable de la sensación de placer que hace incluso que llegue a compararse con un orgasmo. "Aunque no sea para tanto", ríe la experta.
"Por eso el chocolate es un auténtico 'quitapenas', porque hace sentir bien. Se ha demostrado que calma la ansiedad, de ahí que esté indicado para tratar depresiones y estados de ansiedad". Las ganas de tirarnos en el sofá y comer chocolate en estados bajos de ánimo tienen aquí su explicación.
Además es un reconstituyente, da energía y abre el apetito y también está indicado para casos de anemia. Y el apetito del chocolate para combatir el síndrome premenstrual se debe al contenido en magnesio, cuenta la experta.

Pero además, el cacao contiene anandamina, que activa los mismos receptores cerebrales que se ponen en funcionamiento por la marihuana, sensibilizando los neuroreceptores. De ahí que haya una cierta verdad en que el chocolate sea adictivo. "Debido a ese componente sí que tiene un efecto 'droga' o de adicción", asegura la experta.

Y a todo ello se suma la feniletilamina (FEA), semejante a las anfetaminas, lo que produce efectos estimulantes, una sustancia que segrega el cuerpo de forma natural en estados relacionados con el enamoramiento y el disfrute y el placer. "El chocolate provoca además una vasodilatación similar a la de los alimentos afrodisíacos, que provocan estimulación sensorial, nerviosa y cardiovascular". "La cáscara de cacao, en forma de infusión, prolonga la erección y la duración de las relaciones sexuales, además de subir el ánimo".

Y los efectos son más fuertes cuando más puro sea el cacao. "El chocolate con leche ya está muy descafeinado", cuenta la experta.
En Los Placeres de Lola, aprovechan las propiedades del chocolate de distintas maneras, pero más que como un sustitutivo, como un acompañante del sexo.

"Tenemos un montón de productos con aroma de chocolate, que siempre han sido un clásico. Desde los inicios de la cosmética erótica siempre venían dos sabores estándar, fresa y chocolate, primero porque es un sabor que más o menos gusta a todo el mundo y segundo porque siempre ha estado unido al romanticismo y al placer".

"Sin embargo, aquí el chocolate no funciona a nivel físico, sino cerebral, porque su olor transporta al recuerdo de lo que provoca el chocolate y predispone al placer, ¡los fabricantes lo tienen estudiadísimo!", explica Pérez Ramos.
Los Placeres de Lola cuenta con una amplia gama de productos que van desde la pintura de chocolate comestible, para jugar dibujando tatuajes o mensajes románticos en la piel, hasta aceite de chocolate, pasando por cremas o velas que al consumirse se transforman en aceite de masaje. También hay lubricantes de chocolate, ropa interior comestible e incluso vibradores que pueden acompañarse de un helado de chocolate.

La marca chocolatera Theobroma Cacao tiene además una de las líneas eróticas más completas, con productos como zapatos de tacón, uno de los fetiches por excelencia, torsos, pechos o penes a base de chocolate venezolano.

Pero más allá de los productos, la experta utiliza las propiedades del chocolate en sus talleres sobre sexo, concretamente desde la cocina y desde los masajes.

"Nada mejor que explotar las propiedades del cacao en una cena romántica. Por ejemplo, espolvoreándolo con jengibre en una ensalada o en una sopa fría de zanahoria, naranja y chocolate, coronado con un postre ligerito, como fresas con chocolate".
Y como colofón: un buen masaje con crema o aceite de chocolate, que además tiene propiedades positivas para la salud de la piel: "Es exfoliante, nutritivo y antioxidante, además de aumentar el bienestar por evocación cerebral", explica la experta.

Es que en Los Placeres de Lola están convencidas de que más que un sustituto, el chocolate es el mejor de los acompañantes del sexo.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Una sociedad más amable


 Ciencia revierte supuesto de que seres humanos son naturalmente competitivos
¿La humanidad es una comunidad de seres agresivos y brutalmente competitivos? No, responde cada vez más la investigación biológica, destacando la tendencia natural de los humanos y los animales superiores a la cooperación y la asistencia mutua.
"Los seres humanos tienen una gran cantidad de tendencias pro-sociales", dijo Frans de Waal, biólogo de la estadounidense Universidad de Emory, en la reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), que finalizó el lunes en Vancouver, oeste de Canadá.
Una nueva investigación sobre los animales superiores, que abarca desde primates y elefantes hasta ratones, muestra que comportamientos como la cooperación tienen una base biológica, dijo De Waal, autor de "The Age of Empathy: Nature's Lessons for a Kinder Society" (La Era de la Empatía: Lecciones de la naturaleza para una sociedad más amable).
Hasta hace sólo 12 años, la opinión generalizada entre los científicos era que los humanos eran esencialmente "desagradables", pero con el tiempo desarrollaron una capa, aunque fina, de moralidad, dijo Waal dijo a los científicos y periodistas de 50 países reunidos en el foro, uno de los más importantes a nivel mundial.
Pero los niños humanos, y la mayoría de los animales superiores, tienen una "moralidad" en un sentido científico, porque necesitan cooperar unos con otros para reproducirse y transmitir sus genes, dijo.
Las investigaciones han refutado la visión dominante desde el siglo XIX, típica de la argumentación del biólogo Thomas Henry Huxley, de que la moralidad no está en la naturaleza sino que es algo creado por los seres humanos, dijo De Waal.
Y las afirmaciones comunes de que esta dura visión fue promovida por Charles Darwin, el llamado padre de la evolución, también están equivocadas, dijo.
"Darwin fue mucho más inteligente que la mayoría de sus seguidores", dijo De Waal, citando "El Origen del Hombre", la obra del científico británico que señala que los animales que desarrollan "instintos sociales bien marcados, inevitablemente adquirirán un sentido moral o conciencia".
De Waal mostró videos de laboratorio que revelan la angustia de un mono al que se le negó una recompensa que recibió otro mono, y de una rata dejando de comer chocolate con el fin de ayudar a otra rata a escapar de una trampa.
Esta investigación muestra que los animales naturalmente tienen tendencias pro-sociales de "reciprocidad, equidad, empatía y consuelo", dijo De Waal, un biólogo holandés en la Universidad de Emory en Atlanta, Georgia (sureste de Estados Unidos).
"La moralidad humana es impensable sin la empatía", señaló.
Preguntado sobre si la aceptación generalizada de la empatía como algo natural cambiará la intensa competencia en la que se basan el sistema económico y político capitalista, de Waal bromeó: "Yo sólo soy un observador de los monos".
Pero dijo a los periodistas que la investigación también señala que los animales solo muestran empatía a los animales con los que están familiarizados en su "grupo", e indicó que la comptencia es una tendencia natural de los hombres en un mundo globalizado.
La "moralidad" se desarrolló entre los humanos de pequeñas comunidades, dijo, y agregó: "Es un desafío ... es experimental para la especie humana aplicar al mundo entero un sistema destinado a grupos" pequeños.

AFP, actualizado: 22/02/2012
http://www.prensalibre.com/vida/ciencia/Ciencia-revierte-supuesto-naturalmente-competitivos_0_650335203.html

domingo, 12 de febrero de 2012

...Y caían pájaros - Ultimo Capítulo

 

Capítulo Cuarto - Molino Paraíso

En la fuerza del amor todo es nacimiento constante, creación continua. Para el poseso enamorado no hay un solo movimiento que no sea novedoso bajo la eterna repetición de los cielos, dije a su oído mientras nos mecíamos en la hamaca y las luces de la ciudad temblaban bajo una luna que nos miraba con la ternura de una perra melosa. Haciendo una de sus bromas me respondió; amor, eso te lo había dicho ayer ja ja ja, presionó más su espalda sobre mi pecho y apretó mi brazo en su cintura con un amor muy vivo, luego apartó el cabello de su nuca para que la llenara de besos.
Ya habían pasado dos años y algunos meses desde que se había dado esta mágica común-unión en el centro de este oasis. Solíamos luego de cenar y antes de ir a dormir, además de dejar listas algunas tareas para el otro día, venir aquí a este balcón donde adquiríamos las virtudes de las águilas, como son, la panorámica, la altura, la confianza, la agudeza de la mirada, y el orgullo…de estar enamorados como estábamos en esta tierra.
Encantadora su forma atrevida de vestir, de peinarse, de lucir sus pantalones de mezclilla, sus vestidos para ir al teatro a un concierto, a una galería, a un bar, a un acto público, a una reunión. Siempre con esa mirada radiante y su luminosa sonrisa. Para que todo el mundo vea la buena mesa que hay en casa y lo goloso y glotón que es mi marido, que a todas horas quiere comer, dijo mirando su bonito trasero en un espejo. Cosa que era todavía más clara cuando íbamos a la playa. Me refiero a su radiante mirada y a su luminosa sonrisa.
Ella trabajaba como traductora para diferentes editoriales con especialidad en textos, documentos y libros de arte en español, francés e inglés. La demanda había disminuido en los últimos años y aumentado notoriamente en el ramo para traducciones e interpretación en la informática y en las finanzas.
Lo del yoga le reportaba menores ingresos, no era su actividad económica principal pero sí espiritual.
Hacia la mitad de cada estación solíamos estar una semana, o diez días, en Molino Paraíso. Allí toda la belleza, la luz, la amplitud del abanico de los cálidos colores en las tardes de otoño se consumaba en el vuelo y algarabía de los pájaros en bandadas, en la nobleza rubí del zumo de los arándanos silvestres, y en las siluetas y sombras de las aspas de Molino Paraíso, una vieja construcción en piedra remodelada con acero, madera y vidrio.
Antiguamente la edificación estaba circundada por campos de cultivo. Ahora un frondoso bosque crecía a su alrededor.



Luego de diluidas las páginas blancas de las nieves invernales, el piso del bosque reverdece, en ese verdor van apareciendo las pequeñas flores y sus fragancias.
Después, es la ofrenda de las frutillas en sus sanos colores para los insectos, para las aves, para nosotros y para la tierra.
Es entonces cuando el bosque de Molino Paraíso se brota salpicándose de  arándanos rojos.
El centro de nuestro ritual de otoño en este molino y su paisaje era despertar la masa madre, la que usábamos  posteriormente como levadura natural para los panes de arándanos en los desayunos de principios de invierno. Además de salir en las tardes a recolectar grandes cantidades de estos pequeños frutos con los que elaborábamos varios kilos de pulpa para usarla posteriormente en distintas recetas.

Faltaban unos pocos minutos para las cuatro de la tarde, caminábamos por un sendero amplio con la intención de internarnos en el bosque,  cuando repentinamente calló un ave contra el piso unos metros delante de nosotros, haciendo un sonido seco con el impacto, pensé que de pronto se había precipitado de la copa de alguno de los árboles más altos, seguidamente cayeron otros tres más, uno de ellos trató de levantarse, aleteó con gran esfuerzo por unos metros a ras del piso hasta que definitivamente no pudo levantarse quedando tendido con sus alas abiertas en el piso y su pequeño pecho muerto puesto hacia el infinito del cielo…Y caían pájaros, y caían y caían con mucha fuerza, era una lluvia, pero más que caer parecía que eran aventados desde arriba, como pelotas de tenis por una raqueta enloquecida por la furia y por el odio. Silvia gritó; ¡Pero Dios!…!qué sucede! No, no, no; tapó su rostro con sus manos. No puedo ver esto, no puedo ver; siguió gritando entre sollozos al tiempo que buscó refugio en mi pecho. Todo sucedió en segundos, después de los cuales cayeron otros pocos cerca y a lo lejos. Hubo un silencio profundo y no cayeron más. Creo que ya pasó todo; le dije muy confundido y nervioso. Devolvámonos, tengo mucho miedo amor; me pidió sin parar de llorar.
Nos devolvimos abrazados en silencio, y entre sus lágrimas, cada uno buscando una explicación en nuestros pensamientos.
Cuando llegamos al molino ella decidió llamar a sus hijos uno por uno, para saber si estaban bien, luego a su sobrina, y después a todos sus demás parientes cercanos haciendo esfuerzos para que no notaran que lloraba. Todo estaba normal. Llamé a la inspectora de policía de la localidad para contarle lo sucedido, dijo que averiguaría qué medida procedía en estos casos y que dentro de un momento devolvería la llamada.
Llama a los tuyos, me ordenó, esto es muy raro, se sentó en mis piernas al tiempo que marcaba el número de mi hija menor. Por mi parte igualmente todo estaba bien. Ella encendió la radio para averiguar cualquier novedad o suceso, pero todo era normal.
Pasaron unos cuarenta minutos hasta que la inspectora de policía llamó, dijo que no tocáramos nada, que nos mantuviéramos alejados de los pájaros muertos y que si teníamos mascotas las tuviéramos con nosotros y no las dejáramos salir. Que no permitiéramos entrar a la propiedad a nadie. En media hora aproximadamente llegará una patrulla de la policía, una de bomberos acompañados por dos biólogos de la facultad de la universidad, un delegado de la inspección sanitaria y un fotógrafo de un periódico local. Ultimamente pasan cosas extrañas; dijo en un tono más familiar y se despidió con amabilidad.
Una vez llegaron, los muchachos examinaron a uno de los pájaros, metieron en bolsas de plástico a unos cinco. Los bomberos amontonaron todos los que pudieron para quemarlos, el reportero tomó unas gráficas y me hizo algunas preguntas.
De nuevo en las afueras del molino, hicieron más preguntas acerca de lo que habíamos observado, uno de los muchachos notó los ojos llorosos de Silvia, seguramente, para tratar de consolarla le dijo que sólo eran unos pájaros. Nos informó que harían algunas pruebas, y en caso de encontrar algo de cuidado llamarían de nuevo para coordinar las medidas a tomar. Luego todos se marcharon.
Fue un final de la tarde muy triste y desconcertante, nos sentamos frente a la chimenea encendida sin decir nada más, hasta cuando ella decidió recostar su cabeza en mis muslos mientras le acariciaba la cabeza y el cuello.
¿Qué piensas, amor? Preguntó besando con ternura mi mano.
Recordaba a Van Gohg; respondí colocando mi mano en su nuca.
¿Van Gohg?...preguntó y mordió con suavidad mi brazo.
Sí, recordaba la obra titulada  “Campo de trigo con cuervos”.
Sigue, sigue; requirió mirándome con atención. Suena interesante, ja ja ja; rió, levantándose para quedar abrazada debajo de mi brazo derecho, lo que empezó a tranquilizarme. Nos reclinamos un poco para quedar más cómodos y puso su cabeza en mi hombro y una mano en mi pecho a la altura del corazón. Nos caería bien un coctel de media tarde, como un camemoro fizz (coctel de la casa) ja ja ja; dijo pasando la lengua por sus labios. Ya lo preparo ¿con ginebra o vodka?; pregunté. Con ginebra, pero en la bañera. Ya está llena; dijo. Mejor aún; asentí.
Con las piernas entrelazadas dentro del agua tibia, nos metimos en el cuadro de Van Gohg donde los pájaros no caían, sino que volaban con tranquilidad y vigor sobre una perspectiva invertida luego de haber picoteado a placer en el color de la divinidad, sin importar los horizontes de cielos sombríos y sus tres destinos marcados.
Al tiempo que sus dedos mojaban con néctar de camemoro nuestros labios, sentíamos desde la piel el inagotable amor que ya nos había sucedido durante siglos, y nos volvería a suceder tantas veces como el corazón lo demandara. Entonces desplegamos nuestras alas en toda su amplitud, planeando...remontando todos los espacios y todos los tiempos a placer…


NOTA: A FINALES DEL AÑO 2010 Y PRINCIPIOS DEL AÑO 2011 MILES DE PAJAROS APARECIERON MUERTOS ( Presionar sobre la letra verde) EN DIFERENTES PARTES DE MUNDO, AL IGUAL QUE MILLONES DE PECES. EL FENOMENO SE REPITIO DE NUEVO A FINALES DEL AÑO 2011 Y PRINCIPIOS DEL 2012. HAY VARIAS HIPOTESIS SOBRE SUS CAUSAS PERO NINGUNA COMPROBADA HASTA EL MOMENTO.

martes, 7 de febrero de 2012

...Y caían pájaros - Capítulo Tercero



Capítulo Tercero – El Beso

Cuando llegamos decidimos ir directo a la cocina, preparamos una crema de brócoli, unas rosas de puré de papa, para su salsa habíamos acordado una de cerezas al coñac, además que hubiera rollos de zucchini, como postre ya estaban listas las cerezas en su gelatina, la fruta fue sandía en trozos y uvas negras. La bebida agua.
Pusimos la mesa y por supuesto no podían faltar las velas. Me dijo que quería ducharse, como ella ya conocía le dije que podía usar cualquiera de los cuartos con la puerta abierta, incluyendo el mío. Salió hacia la planta alta, mientras tanto destapé una cerveza, acomodé sobre la mesa un arreglo de rosas y regué algunos pétalos sobre la mesa, como es la costumbre en estos casos, fui a ver como estaba Luna la acaricié con ternura y le dije algunas palabras,  luego salí al balcón para observar el hervor de las luces de la ciudad que empezaba una noche más. Me sentí feliz, tranquilo y complacido. Se sucedían muy espaciados unos relámpagos débiles en la región de las montañas, pero aún no llovía. Otras veces estuve en este mismo lugar acompañado, pero la mayor parte de los días desde que vivo aquí he estado solo, mas no triste, a pesar de ser un sobreviviente de penas y duras derrotas del corazón. Aunque eran cosas que hacía mucho  tiempo se habían dado y estaban ya superadas, a veces relampagueaban a lo lejos tal cual esos celajes que ahora se daban hacia el norte. Para ser sincero amo la noche, en las noches siempre gano. 
Seguía ensimismado y perdido en la distancia y sus luces hasta cuando oí que  dijo que ya estaba lista, fui hacia el comedor y me sorprendí, lucía un vestido de fiesta suelto con arrugas largas y verticales, sin mangas, corto hasta un poco más arriba de la rodilla, estilo camisero con escote en v, de seda ahimsa marfil, estampado tonal muy sobrio representando una rama otoñal que nacía en el muslo izquierdo elevándose sinuosamente hasta el lado derecho del pecho. El lado izquierdo de su cabeza dejaba al descubierto la oreja, una flor artificial de fibras naturales sujeta a una pinza de coco le ceñía el cabello. Su mirada era distinta, miraba como desde adentro, era mucho más profunda. Pero su sonrisa era más marcada y luminosa resaltada sobre un pañuelo de cuello de rejillas tejidas con semillas, seguro otro suvenir de la India. La  mala le servía de pulsera enrollada en su muñeca derecha y en su dedo anular izquierdo se notaba un anillo de un centímetro de ancho en plata rosa partido, con dos cintillos que hacían de puente, el primero más ancho engastaba cinco alejandritas, el segundo más angosto tenía tres de las mismas piedras. La capacidad que tienen las mujeres de cambiar el aspecto en pocos minutos es asombrosa. Su perfume de cerca era limonoso y a medida que uno se alejaba gradualmente se tornaba floral.
¿Te gusta? Me preguntó mientras se daba unas palmadas suaves en su muslo derecho y sonreía esperando mi respuesta. Yo estaba mudo, en problemas, no sabía que decir, ni qué hacer, de pronto reaccioné diciendo cualquier cosa como… “Está muy linda señorita”. Ella rió percatándose de mi turbación y respondió con otra formalidad “Muchas gracias caballero”. 
Cuando entró al comedor se admiró por las rosas y los pétalos, tomó una de las rosas, la besó, luego la aspiró profundamente y dijo como quien hace una petición; necesito toda la suerte del mundo. Me apuré en acomodar la silla para que se sentara a la mesa, puso la rosa al lado derecho de los cubiertos. Le dije que no esperaba semejante sorpresa, de haber sabido me habría cambiado la ropa antes de la cena y no después como lo había previsto. Me dijo que estábamos en familia y que podíamos empezar. Encendí las velas y apagué las luces, entonces se vio más hermosa. ¡Por Dios! ¿Porqué a mi?
Todo transcurrió entre breves historias, relatos divertidos, anécdotas, uno que otro chiste, muchas risas, recuerdo que en medio de la conversación le pregunté de donde había sacado la indumentaria, me dijo que lo cargaba ahí en el bolso, que venían en un tubo de cartón de apenas seis centímetros de diámetro y veinticinco de largo. Bromeando me pregunté que más habría echado en ese bolso. Me respondió que lo que me estaba imaginando no lo había alcanzado a meter por la prisa con que salió…La verdad que mi imaginación no me da para tanto, le contesté. Y reímos, y reímos todo lo que se nos antojó, sin que nada se interpusiera.
Cuando empezamos a comer la fruta, acercó hacia ella un plato pequeño, con la mano tomó un trozo de sandía y jugó con uno de sus dedos por un momento con la fruta en el plato, luego tomó el pedazo entre el índice y el pulgar y se lo llevó a los labios, lo saboreó allí afuera con labios y lengua, luego con el mismo dedo lo metió a su boca, se chupó los dedos haciendo ruido, todo lo hacía sin mirarme, luego hizo lo mismo con una uva, después con otro trozo de sandía. Yo tragaba grueso y paré de comer, estaba de nuevo en problemas. Repentinamente apartó el plato y dijo como si nada; sigamos con el postre, entonces me miró y rió divertidamente. Seguidamente retornamos a la conversación animadamente.
Terminada la comida, fui a cambiarme de ropa, cuando entré a la ducha noté que esta era la que había usado y me alegré por ello. Solo cuando salí del baño caí en la cuenta del olor de su perfume en la habitación. Bajé y la invité a una copa en la sala o al lugar que ella deseara, me contestó que en la sala sería maravilloso, tenía en su mano la rosa que había sacado del arreglo. 
Nos dirigimos entonces hacia allá, cambió la rosa a su mano izquierda para sujetar la copa y la colocó por un momento al lado del balde de la botella para acomodar a su gusto la flor de hibisco salvaje en su copa, luego que la acomodó empecé a vaciar el champaña mientras nuestras miradas se enredaban una y otra vez y mucho más que todas las otras veces, todo se incendiaba.
Brindamos, dijimos lo de siempre luego de probar un trago, ¡qué delicia! Por ti, por todo lo mejor en esta noche, chin chin… Nos volvimos a mirar, hubo instantes que fueron eternos, en espera de cuál dispararía primero, entonces me di la orden a mi mismo para mis adentros…”Es ahora o nunca…” “Is now or never”. Tomé el comando del sonido y presioné allí donde tantas veces había venido pensando: “Bésame mucho” en la versión de Cesaria Evora.
Sonaron los primeros acordes y le dije; ¿Me concede esta pieza señorita? ¡Encantada caballero! Respondió con una sonrisa y siguiendo el juego. Dejó la copa en la mesa, la tomé de la mano hacia el centro de la sala. Nos mirábamos intensamente, tomé su talle y ella colocó su mano derecha en mi hombro izquierdo y nos abrazamos.
Mientras seguía la canción con el volumen bajo, le dije; tengo miedo. ¿De qué? Preguntó. De seguir adelante, de lo que pueda pasar; respondí.
Me miró a los ojos. Todo lo que pasará entre nosotros hace tiempo pasó y muchas veces y nos volverá a pasar…muchas veces también; dijo. Me condujo con un gran amor que ahora era manifiesto y sin sutilezas hasta el sofá, me senté. Ella seguía de pié y dijo; quiero bailar para ti. Tomó el control del sonido y subió el volumen muy alto, el espacio se llenó de música, fue hasta el centro de la sala y empezó a bailar con una sensualidad que me fue enredando y diluyendo en lo más maravilloso de la existencia y de todas mis existencias.
Con la misma gracia y sin dejar de bailar se fue acercando hasta llegar de nuevo a mí, me recostó sobre el espaldar del sofá, y ahorcajadas se sentó en mi, entonces sin decir una sola palabra, sellamos con un beso profundo y muy intenso el futuro de todo lo que seríamos de ahí en adelante. También sentí y comprendí que lo único que había cargado en su bolso era lo que se veía y nada más.
Como pude me despojé de la camisa, en una pausa entre los resuellos se desenredó la mala y la puso en mi cuello como collar. Ahora vas a despertar; sentenció.
Cerró mis ojos con su lengua y luego mordió mis labios. ¿Todavía tienes miedo? Preguntó resoplando. Nada, ni lo más mínimo dije. Y también fue lo último que dije por un buen tiempo. 
Rodamos en el piso de un lado a otro hasta que un relámpago descuajó la sala en dos y con el coletazo repentino de luz salimos dispersos, sin la dimensión del tiempo,  hacia todos los puntos del espacio. Se dieron otros leves y más débiles relámpagos a medida que seguíamos dispersándonos más y más hasta que se apagaron por completo. Con suma lentitud nuestras partes se fueron acomodando en su sitio  en la tibieza de la oscuridad, y en el mismo centro del silencio. Abrí los ojos y la busqué adivinando donde estaba, yacía tendida aún con su flor en el pelo, su pañuelo y su traje de seda, la besé tiernamente a un lado de su boca, y dijo; amor casi pierdo el corazón, pero ya lo siento otra vez aquí dentro del pecho de donde nunca debió salir.
Esta sala ha quedado sacralizada, ha sido reconstruida en cada una de sus partes y de sus rincones por la pureza del amor; dije a su oído, sonrió,  puso su mano en mi cuello  y nos volvimos a besar.  De inmediato el amor empezó a renacer. Y no hubo más calma. Vamos al balcón le dije y la tomé de la mano, ahora nos toca sacralizar toda la ciudad. Y así sucedió. Dejó allí su flor del cabello. Me dijo que sacralizáramos la mesa del comedor con las uvas y pedazos de sandía que quedaron de la cena. Y así se dio. Dejó allí su pañuelo con tejidos de semillas.  Las recetas que se dieron fueron bastante variadas, por ejemplo, lengua al ombligo, besitos al dedo pequeño del pie, suspiros al cuello…y así muchas más que no se podrían nombrar en este relato. 
Luego sacralizamos las consolas de los pasillos, la cocina, el otro balcón, en las gradas quedó su vestido. Aquí todo, todo, todo, el piso, las paredes, el techo, los muebles, las ventanas, los cubiertos, tus sábanas, tu ropa, tiene que oler a mí, tú mismo, todo, me exigió. Todo olerá a ti por dentro y por fuera; le aseguré. Y así se dio.
En mi cuarto tampoco hubo calma, pero un poco más sosegados el amor nos permitió hablar como hablan los enamorados, desde la entrega y desde el alma y entre besos. Lo único que nos quedaba encima era la mala que todavía seguía en mi cuello. Puso su dedo índice derecho en una de las cuentas del collar, presionándola dijo; ya no volverás a oler a soltero. Presionó la que seguía; ahora nos queda por sacralizar mi casa. Apretó la siguiente; esa casa tiene que irradiar a macho. Y siguió en orden; ahora dame un beso, otro y otro, así completó tres más hasta que volvió a ser una amazona impetuosa pero sin apartarse de mi cuello y mis oídos, donde dejaba impreso cada uno de sus mandatos que nos entretejía y nos entretejió de por vida, así, hasta darle toda la vuelta a la japamala…

Habíamos traído con nosotros la rosa y la dejamos en un florero en la consola de la habitación. Con los reflejos de un nuevo día en su espejo, despuntaría para nosotros un futuro muy diferente al de ayer. Ahora me tocaba ganar también de día.

viernes, 3 de febrero de 2012

...Y caían pájaros - Capítulo Segundo



Capítulo Segundo – …”¿Hay alguien que conozca el Paraíso que no sea de oídas…?”

¿Y cuándo sería eso? Me preguntó.
Cuando lo dispongas, le respondí.
Entonces…si no hay inconveniente, que sea ahora. Demandó cortésmente.
¡¿Ahora?! Pregunté tratando de no mostrar sorpresa.
Sí; dijo a secas.
Está bien, muy bien; dije. A estas alturas, estaba yo riendo. Así será, ahora mismo; y volví a reír.
Pero primero pasemos por mi casa, necesito guardar esta delicia de regalo, si mi sobrina está allí la conoces, si no, le  dejo una nota para enterarla que regreso un poco más tarde. También repararemos la mala, no  demora más de tres minutos; dijo.
¿Repararemos…? me pregunté muy dentro de mí. Y dije; no te preocupes no estoy apurado.
Llegamos a su casa, su sobrina no estaba, guardó la caja de panes, llamó a una amiga para suspender un encuentro que tendrían más tarde y me pidió sentarme frente a una mesa, luego ella hizo lo mismo y sacó una libreta, libreta que luego yo amaría tanto como ella la amaba, escribió una nota en un papel aparte para fijarla en una tabla de corcho sobre una pared de la cocina donde había más notas, recortes de revistas, y algunas fotografías. Me dijo que todavía prefería dejar notas escritas de su puño y letra porque lo sentía y lo veía más humano, mucho más familiar, aunque también paralelamente usaba los mensajes de texto del teléfono. Seguidamente trajo un hilo de algodón anaranjado y unas tijeras, me indicó como engarzar las cuentas de la mala, e ir haciendo un nudo para agruparlas en igual número de a ocho en fila en la cuerda, recuerdo que alcancé a engarzar casi la quinta parte de las semillas sagradas y el resto lo hizo ella al igual que el remate en una cuenta más grande que todas las demás.
Esto lo usan algunos yoguis para repetir los mantras, yo repito unas que no son cantadas, ni habladas, es un ejercicio más parecido a lo que hacen los niños cuando van a dormir con su osito de peluche sobándolo repetidamente mientras toman su biberón, es una sensación muy parecida, solo que esto no es para dormir sino para despertar, ya te darás cuenta; dijo. La guardó de nuevo en su bolso. Bien ya estoy lista caballero, ¡vamos!; dijo mirándome, mientras una gran sonrisa le iluminaba su rostro y sus ojos brillaban con alegría. Entonces salimos de allí triunfantes.
Las diferencias que hay entre una yogui y una persona común y corriente son notorias, pero con ella eran todavía más notorias.
Antes de llegar, a unos treinta metros de la entrada del conjunto de edificios me pidió que nos detuviéramos, se bajó del auto y desde la acera contempló con detenimiento todo alrededor, empezó a  nombrar los árboles que estaban sembrados a los lados de la calle, se maravilló por la salud que tenían y porque no se notaban estresados, por el contrario mostraban un verde orgulloso y alegre recibiendo los rayos del sol cortando con gran energía el ímpetu azul del cielo. Debe ser muy hermoso el canto de los pájaros desde aquí, deben sentirse muy seguros y tranquilos cuando llaman y cortejan a sus parejas; dijo. Mientras hablaba reía, se le veía feliz. Se quedó en silencio y su atención se concentró hacia el follaje de uno de los árboles, de pronto gritó emocionada mientras saltaba en la punta de sus pies y señalaba hacia el árbol; ¡Ayyyyy, ahí, ahí, hay un nido con una pájara! ¡Está empollando, qué lindura! ¿Cuántos pichones nacerán? Ella no se imaginaba los empujones que le daba a mi corazón hacia toda ella con estas algarabías. Convinimos regresar más tarde para tomar discretamente unas fotos. Abrió los brazos en cruz e inhaló profundamente el aire mirando hacia el sur, lo expulsó y me dijo; Mapeo con el olfato y el sentimiento tus alrededores. Reí, recibí un empujón más.
Cuando llegamos a la entrada del apartamento se detuvo unos pasos antes de llegar a la puerta. Ahora voy a cerrar los ojos, tú me conduces, entramos, y cuando estemos adentro a unos cinco pasos de la puerta de la entrada me sueltas; dijo. Está bien; respondí.
Entramos y se sacó los zapatos empujándolos con su pié izquierdo hacia el sitio donde yo siempre dejaba mis zapatos, me pareció que ya estaba acostumbrada a este lugar. La llevé un poco más adentro y la solté como me había dicho. Volvió a inhalar profundamente aire, tenía sus manos muy abiertas.
A su espalda no me moví, pero permanecí en silencio pensando; por todos los dioses, que ahora sí sea de verdad.
Empezó a decir aún con los ojos cerrados; siento que ahora floto, levito, en esa paz y silencio, aquí en medio de tu oasis, tal como lo habías contado. Qué placer produce. No dan ganas de salir nunca de aquí. Nunca. Y complementó con un verso de El collar de la paloma de Ibn Hazm: “Dime: ¿Hay alguien que conozca el Paraíso que no sea de oídas…?”
¡Escóndete! porque lo primero que vea apenas abra los ojos será mío…; dijo, rompiendo repentinamente el tono de su introspección.
En esto empezaron a sonar las doce campanadas del reloj de péndulo en la sala marcando el medio día, un abuelo de pié de dos metros de altura.
¡El reloj de la historia…! Exclamó casi que gritando.
El mismo; le contesté.
¡Ayyy! Tengo que abrir los ojos antes de que termine la doceava campanada, ¡como la cenicienta! ja ja ja antes de que todo vuelva a la realidad, ¡quiero verlo, quiero verlo! repitió empuñando sus manos con fuerza, luego las puso sobre su pecho abriéndolas con lentitud, y también abrió los ojos a la séptima campanada.
¡Qué hermoso es! ¡Adorable! Dijo con todo su asombro.
Se trataba de un viejo reloj que una pareja dejó aquí para que se los guardara. Era un referente y símbolo de una historia de amor de los padres de un amigo, lo mismo que la planta de uvas verdes que estaba en el balcón, que yo cuidaba con esmero y dedicación.
Mientras le contaba más detalles sobre el reloj y la planta, le informaba sobre otros objetos y fue conociendo todo el interior de la vivienda. Llegamos a la cocina y decidimos comer unos enrollados de espinaca con salsa de aguacate, brochetas de vegetales, todo acompañado con una sopa de zanahoria y espárragos, postre de limón y apio, una rodaja de piña, la bebida fue agua y jugo de arándanos. Cosas de vegetarianos.
Le sugerí lo que podríamos comer para la cena, solo para indagar si se quedaría hasta la noche. ¡Excelente! completamente de acuerdo; me contestó con esa sonrisa que encendía hogueras dentro de mí. Bromeando preguntó…¿Y cuál es la propuesta para el desayuno de mañana…? Soltó a reír de nuevo…
Pero no le contesté, las llamaradas me paralizaron.
Luego salimos al balcón principal donde ella tomó té y yo café, las galletas eran de chocolate y de avena con pasas.
Más o menos nos acercábamos a las tres de la tarde, cuando apareció lo que yo estaba esperando, allá en lo alto. Te vas a sorprender con lo que verás; le dije interrumpiendo el tema del que hablábamos, me miró sin entender. Le señalé hacia el cielo, en estos últimos días se aparece por esta hora. ¿Qué es? Preguntó mientras se levantaba de la silla. Un águila; le respondí. ¡Qué increíble, un águila en plena ciudad! Dijo sin quitar la atención hacia el ave.
Voy por la cámara; dije. De nuevo la algarabía, los gritos, risas. Rápido, rápido, que se va; gritaba entusiasmada, yo quiero grabar, dame, dame la cámara. Corría como una loca de un balcón a otro atravesando y gritando como una chiquilla la sala y los pasillos, mientras el pájaro giraba en las alturas, este dio unas tres vueltas más y se alejó hacia la parte de la montaña. ¡Qué maravilla! ¿Y por qué se aventura por estos lados? Se preguntaba. Aquí cerca los estudiantes de biología hace unos meses abrieron un ecosistema, hay un lago más o menos grande, donde crían peces y ella creo que se alimenta allí; le informé. 
También le narré como me había enterado de su presencia. Adela casi siempre está aquí todos los días a esta hora, se sienta aquí en esta silla, y Luna, la gata, se echa en la hamaca. Anteayer, Adela notó que la gata repentinamente saltó de la hamaca y fue a esconderse a toda carrera donde está ahora escondida, siempre se esconde allí cuando hay visitas. Ja ja ja, rió con ganas interrumpiendo mi relato. Luna será mi mejor amiga, ya verás, y me va a querer más que a ti y que a Adela misma; dijo. Seguí, contándole la historia, Adela se extrañó y empezó a observar hacia todos los lados y fue allí cuando descubrió el águila. Cuando la llamé me contó el suceso, pero no asombrada por el pájaro sino con algo de pesar por el susto de Luna, ellas dos simpatizan mucho. Le pedí que estuviera al tanto, que tomara la cámara y la grabara, así que hay un vídeo anterior al que acabas de tomar.
Me pidió entonces que cuando fuera a editar el vídeo la llamara. Quiero participar; me dijo. Magnífico, lo podemos programar, tendría que ser un sábado o un domingo; le propuse. Y así quedamos, sábado o domingo.
Luego salimos a fotografiar a la pájara del nido, y a comprar algunas cosas para la cena, algunas nubes espesas empezaban a cubrir el cielo por la parte norte hacia donde estaba la montaña, preparando las lluvias que caían apenas entraba la noche, era normal en esta época del año.
De vuelta como salimos a pié, pudimos observar sin proponernos, cómo el amor afloraba por todas partes, jóvenes tomados de la mano o besándose distendidamente en las aceras, en los parqueos o en una esquina. Cuando pasamos una calle una mujer en el auto acariciando entre las piernas a su amante, otro un poco más allá como un vampiro en el cuello de una muchacha. ¡El amor en su impetuoso ir y venir en los corazones de los humanos!







Nota: Todas las gráficas son tomadas de la red.